UbUrey Arte Rural Contemporáneo: agosto 2019

OLOR A PÓLVORA

Intentaré, como Arauz, radiografiarme. No pinto, escribo, no muestro, digo.Porque el trabajo es, condición de la existencia humana, necesidad natural y eterna de mediar entre el metabolismo que se da entre hombre y naturaleza, y por consiguiente, de mediar la vida humana. (Marx)

Ciertos estados de la materia resultan imposibles y ni la imagen congelada logra confirmarlos. Muebles que cambian de lugar cuando salimos de la habitación y cerramos la puerta, y muñecas que se contorsionan y gesticulan con mímica al apagar la luz, son siempre glitches oportunos en cámaras de seguridad. En estas obras los objetos se reconocen entre ellos, los acontecimiento se desfasan y los gestos pasados se explican en los presentes.
Anti mercancías por antonomasia, estas obras no velan el trabajo que las configura, muy por el contrario, lo único gelatinizado, homogeneizado y que no muestra fisuras es la destreza del autor, no bajo la forma de rigor, estilo,dureza, universalismo o academicismo, sino como túnel hacia un nuevo modo de ver.
Tumulto de maneras, señas, muecas, saberes, procesos de producción, formas y colores. Estas obras son radiografías del cálculo, del olvido, de deseos y duelos de Arauz.

I - Lo que hay y lo que no.
Hay una escena sostenida en una acople cremoso. Hay formas pixeladas y movimiento logarítmico. Hay un hombre con nuevos ojos sobre el mundo. No un romántico pop, no un ecologista y tampoco un anticapitalista que lucha contra la obsolescencia de la materia. Este hombre olvidó el mundo, olvidó lo que sabe y hora ve lo que no sabe. Esto es la entrada a un universo y a un lenguaje auténtico. No hay una selección política de objetos, técnicas y discursos, sino el rastro de una experiencia vital, de una casa, unos hijos, un dinero, un paisaje, unos problemas, unos buenos días, unos buenos logros y frustraciones.
Procesos productivos: batería de categorías ortopédicas gelatinizadas y empalmadas que detonan en un saber hacer de Arauz. No vemos la batalla, solo vemos el campo en el que se libró, lo que sobrevive, mutilaciones, herramientas, guiños seminales, victorias y mucho pero mucho olor a pólvora. No hay vacilación, todo está ahí en una existencia rotunda.

II- Lo que imagino.
Hay veces en las que está tirado en el piso pintando, cortando, pegando, escuchando la radio tal vez, deteniéndose para ir a poner agua. Son las veces en las que anticipa el resultado, que conoce el camino y lo transita como paisano. Otras veces toma cosas y se las come con los ojos, las huele, las toca, las fotografía y las descarta. Hay esas otras cosas que hacen contener la respiración y pestañear un par de veces, piezas de otro rompecabezas, cielo que no parece cielo, colores sin relato, cosas de las que yo no escribo,como cada vez que hay un eclipse y olvido si es el sol superpuesto a la luna o al revés o ninguna de ellas y solo espero y observo.

III- Lo que pienso.
Las verdaderas celebraciones son las que incluyen a nuestros muertos. A Arauz no le interesa la ficción de la realidad, ya abandonó la tierra cuando se cansó de buscarle perspectivas. El hombre hace no por convicción, no por proyecto, no por experimentación, sino como reflejo vital, como no saber no hacerlo.
Hoy se presentan estas obras, entramos a un yacimiento arqueológico y comienzan las interpretaciones y críticas, aparecerán con o sin su contexto y surgirán los siempre bienvenidos malos entendidos, las contradicciones entre lo vivido y lo que se cree que se vive. Trabajo, ideas, cuerpos, colores,volúmenes, textura, figuras, fotos, desprendidos del cuerpo e imaginación de un hombre, dispuestos y ocupando un lugar en el mundo.

IV- Lo que importa.
El enigma sonríe intacto, el arte no ensaya ser arte.El resultado de una vida que se vive a sí misma produce inevitablemente arte, fíjense.

Valentina Spina para “Malas Palabras” de Eduardo Arauz.